Don Giovanni
Antes de comenzar a hablar sobre este fascinante personaje que ha conseguido saltar de la ficción a la realidad, quizás debamos establecer su origen. Por lo que he leído, todo parece indicar que es fruto de una leyenda cuyo protagonista fue Miguel de Mañara, sevillano libertino y vividor que, según se cuenta, tras la dramática muerte de su esposa se entregó a la religión y el cuidado de aquellos que vivían con menor fortuna.
Como dato curioso añadiré que, durante mucho tiempo, existió gran controversia sobre quien había sido el primer autor en plasmar, negro sobre blanco, las andanzas de este personaje. Pero, al parecer, tal misterio ha quedado ya resuelto atribuyéndole la paternidad del personaje a Tirso de Molina, quien con su "El burlador de Sevilla" sembró una semilla que acabaría exportándose a toda Europa, dado que son ya muchas las obras que llevan el sello de nuestro Don Juan.
Molière, Antonio de Zamora, Lord Byron, Mozart, Pushkin, Alejandro Dumas (padre) y Espronceda, entre otros, han dado su versión del Tenorio y cada una de ellas, pasada por el filtro de las circunstancias y pensamiento propio de cada época. Porque, aunque no os lo creáis, Don Juan siempre ha sido el mismo. Lo que ha cambiado ha sido la forma de verlo por parte del lector y, por supuesto, de su autor.
Pecador, libertino, obsceno, mentiroso, valiente, alma libre, desafiante, homosexual reprimido, machista... son algunos de los adjetivos que se le han atribuido. Pero hay un rasgo común que todos los Don Juan comparten, y es que es innegable el hecho de que su nombre es sinónimo de Libertad. Hace lo que desea y no le teme ni al rico ni al pobre ni al mismísimo Dios, aunque esto, por supuesto, no se da en la versión edulcorada de Zorrilla. Y es que un Don Juan de verdad no puede pedir perdón por vivir su vida ni mucho menos arrepentirse de sus actos pues hacerlo sería tanto como aceptar que su modo de vida ha sido errado y, por tanto, su existencia carece de sentido.
De hecho, de todas las obras que he repasado para realizar esta pequeña reflexión, solo dos tenían un final feliz y sí, lo digo como si fuera algo malo porque lo es. Como ya he dicho antes, la gracia de este personaje es que es libre y rebelde. Si haces que se arrepienta le quitas su esencia y conviertes el texto en una novelita más de sobremesa. Aunque este error solo lo cometieron Zorrilla y Alejandro Dumas (padre), que yo sepa.
Tirso de Molina, Molière, Pushkin, Espronceda y Mozart entre otros, optaron por mantener el carácter de Don Juan intacto, haciendo que su final fuera el esperado: ser arrastrado hasta los infiernos por negar su arrepentimiento al Todopoderoso.
En estas obras encontramos un Don Juan cínico, mujeriego, soberbio, incapaz de arrepentirse. Y ese es el personaje de verdad, el hombre que sirvió de inspiración a los románticos pues en él encontraban la máxima expresión de la exaltación del Yo. Y es justamente eso lo que ha convertido a Don Juan en el mito personaje universal que es, el que tanta inspiración ha dado a otros cuantos escritores que, sin escribir sobre él directamente, han basado personajes en su figura, como prueban entre otros muchos la Marquesa de Merteuil que nos brinda de Laclos.
Dicho esto y habiendo quedado claro el carácter de nuestro protagonista, comentaré que, para mí, el mejor Don Juan es sin duda el que nos regala Mozart en su "Don Giovanni" pues consigue que la música de muchas más tonalidades a la imagen del seductor y a sus andanzas.
Empecemos con el contexto: como todos sabéis, Mozart es el genio musical por excelencia, pues compuso desde los cuatro años hasta su muerte, dejando inacabado el que pensó sería su propio Requiem.
Tal artista nos legó innumerables piezas pero las que para el caso conviene mencionar son aquellas que realizó junto al libretista Lorenzo da Ponte las cuales son: "Le Nozze di Figaro", "Così fan Tutte" y "Don Giovanni".
En Mozart nada es casual y aunque su música parezca accesible en el fondo es muy compleja y nada se deja al azar. Ejemplo de esto es la propia Obertura de "Don Giovanni", la cual no es sino un resumen de la misma, comenzando del mismo modo en que luego acaba, con el Re menor que sellará el destino de nuestro Don Giovanni.
Mozart nos regala un Don Juan soberbio, incapaz de aceptar un no por respuesta y capaz de matar siempre y cuando ello le permita anotar una nueva conquista. Conocedor, sin duda, de sus dotes de seducción, las cuales no cambia en ningún momento pues de sobra sabe que le funcionan, y de nuevo es la música la que nos enseña esto. Pues nuestro protagonista mantiene la música, cambiando solo la letra cuando trata de seducir a Donna Elvira (mujer noble) y luego a Zerlina (una campesina). Y si pincháis en los enlaces siguientes y escucháis con atención, comprobaréis vosotros mismo este divertimento que el artista se permite:
También vemos como la música se ríe mientras Leporrello (criado de Don Giovanni) canta a Donna Elvira las conquistas de su señor, diciendo así:
"Madamina, il catalogo è questo
Delle belle che amò il padron mio;
un catalogo egli è che ho fatt'io;
Osservate, leggete con me.
In Italia seicento e quaranta;
In Alemagna duecento e trentuna;
Cento in Francia, in Turchia novantuna;
Ma in Ispagna son già mille e tre.
Y, por último, el mejor momento de la ópera, el final de la misma. Aquí la música se oscurece, se transforma perdiendo todo ese carácter risueño y cómico. La Muerte hace acto de presencia y Dios toma la forma del Comendador para ajustar cuentas con Don Juan. Ya no le quedan trucos y su espada es inútil ante el poder Supremo, haciéndose breve el famoso "tan largo me lo fiáis".
Y son estos pequeños guiños los que hacen que, para mí, sea esta una ópera magna.
Pero volvamos al quid de la cuestión: Don Giovanni. Está claro que, si tenemos en cuenta la moral y ética propias de nuestra cultura, este personaje no es más que un simple sinvergüenza preocupado únicamente por satisfacer sus placeres más básicos. Pero ni mucho menos. Ese análisis, si lo has hecho, dejame decirte que es del todo errado, pues debemos ver más allá de la apariencia.
La rebeldía, en este caso, es lo que marca el carácter de nuestro protagonista y lo que sin duda ha mantenido en vela a la juventud a lo largo del tiempo. Pues, ¿quién no ha soñado alguna vez con cambiar el mundo, ir contracorriente y marcar la diferencia? Tales metas parecen demasiado elevadas para un hombre como Don Juan, pero él sin duda lucha contra el orden establecido haciendo aquello que desea y, por tanto, siendo libre. Libertad que expresa hasta las últimas consecuencias, pues como ya he dicho, solo puede haber un final válido para este caballero nuestro: el infierno.
Y, ¿por qué? Os preguntaréis. Muy simple. El mayor acto de rebeldía en nuestra sociedad es el de enfrentarse a Dios, pues culturalmente este ha sido el prisma de referencia de la moral y ética. Por lo que desafiarlo y negarle nuestro arrepentimiento nos hace desmerecer lo que el común de los mortales ansía tras la muerte: el paraíso.
Pero hay otra cuestión, Don Juan, contrariamente a lo que pudiera parecer, se niega a arrepentirse no por soberbia u orgullo, sino porque la máxima en su vida ha sido el ser libre y así lo canta en la escena vigesimoprimera del primer acto:
"DON GIOVANNI È aperto a tutti quanti, Viva la libertà! DONNA ANNA, DON OTTAVIODONNA ELVIRA Siam grati a tanti segni di generosità. TUTTI Viva la libertà! DON GIOVANNI Ricominciate il suono!"
A continuación os dejo el enlace de tan bella aria:
Con este "Viva la liberà!" el personaje nos deja claro que ese es el refugio último de su carácter pues ha basado su vida en ese ideal. Por eso, a la hora de ajustar cuentas con el fantasma del Comendador, niega no una, sino tres veces su arrepentimiento, sabiendo que tal negativa le costará el calvario.
Aquí, Don Giovanni demuestra que, a pesar de todo, es un hombre fiel y leal, pero solo a sí mismo y a su idea de libertad y por defenderlos paga el precio gustoso dejándose arrastrar por las furias al averno.
Con todo esto se puede ver que, después de todo, Don Giovanni no es simplemente el atrevido vividor que a primera vista se nos presenta, sino que en el fondo es un hombre que vive aferrado a sus propios principios y que no duda en aceptar las consecuencias que ello le pueda provocar. Al fin y al cabo, como ya he dicho, solo es fiel a sí mismo.
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