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El hombre que mató a Liberty Valance

Con esto de que la calidad de las películas que se producen actualmente es cada vez más discutible, me he visto en la necedad de refugiarme en el viejo Hollywood para disfrutar de buenas historias que, al menos, tengan sentido y no me tomen por gilipollas. Así que en esta política de vuelta al pasado, ayer vi "El hombre que mató a Liberty Valace".


Lo primero que voy a decir de esta maravilla de Tom Ford es lo básico, pues me encantó desde el minuto uno hasta el final. No puedo ponerle un solo pero a esta historia llena de simbolismo, sacrificios y relatada en un inmejorable tono crepuscular. Dicho esto, empecemos con la miga. Para empezar hay que hablar del reparto, ese maravilloso elenco que sin duda fue el que dio a esta cinta la personalidad que posee.


James Stewart (Ramson Stoddart) es el joven abogado idealista con el diálogo y la ley por bandera.

John Wayne (Tom Doniphon) es el aparente tipo duro acostumbrado a ley del Oeste que, sin embargo, está lleno de aristas que dotan al personaje de una profundidad humana tan difícil de encontrar.

Lee Marvin (Liberty Valance) es el malo de la historia y fiel representación de la Ley del más fuerte.

Vera Miles (Hallie Stoddart) es la mujer que ve en el joven abogado la esperanza para cambiar la barbarie por la ley.

Andy Devine (Comisario Link) es el inútil brazo de la ley.

Edmond O,Brien (Dutton Peabody) es el periodista que a pesar de vivir en el Salvaje Oeste cree en la libertad de prensa y el whisky.

Woody Strode (Pompey) es el mejor y más fiel amigo de Tom Doniphon en un tiempo en el que "amigo" no era un término aplicable a un negro.


La película comienza con el Senador Stoddart y esposa bajándose de un tren para asistir al funeral de un Tom Doniphon al que ya nadie recordaba, ni siquiera sus convecinos. Por esta cuestión y ante la importancia del cargo que desempeña el señor Stoddart, la prensa insiste en preguntar qué lleva a un senador al entierro de un don nadie. Es entonces cuando este comienza a contar la verdad sobre la muerte de Liberty Valance para retroceder por medio de un flashback hasta conocer la historia.


Así, la acción retrocede treinta años para llevarnos hasta el día en que el joven Ramson Stoddart llegó a Shinbone desde el Este con la esperanza de llevar con él la ley y la justicia. Sin embargo, y como comprobará muy pronto no cuenta con la presencia de Liberty Valance, pistolero que imponía su ley en el pueblo sin que nadie parezca hacerle frente. Ramson se propone acabar con él con la ley en la mano pero olvida que en el Oeste no se puede hacer frente a la barbarie con civismo, tal y como Tom Doniphon, el único al que teme (y respeta) Liberty Valance, le recordará en varias ocasiones. Así, y tras un proceso de aprendizaje, el joven abogado comprenderá la verdad: será necesario abandonar sus principios y plantarle cara a Valance siguiendo la ley, pero la del Oeste.


Lo cierto es que a pesar de ser un western en el que imperan los tiros, la destrucción del mobiliario y el alcoholismo, la cinta encierra en sus diálogos y escenografía una gran profundidad y simbolismo que puede pasar desapercibido junto a la que, para mí, es la gran historia de amor de la película. Y no me refiero a la de Hallie y Ramson, sino al amor que Tom por Hallie. Si nos fijamos bien, el personaje de John Wayne es quien hace que, al final, todo sea como tiene que ser pues es quien se sacrifica en el más amplio sentido de la palabra dado que no solo sacrifica su futuro con la mujer a la que ama, sino que también lo hace con su modo de vida al comprender que eso es lo mejor para todos (aunque no lo sea para él mismo). Frente a eso, el personaje de James Stewart es un hombre que acaba traicionando sus principios, dejando de lado su amor por la ley para enfrentarse a Valance al modo salvaje que critica. Por otro lado, tampoco se puede decir que este se enamorara de Hallie; para él ella fue solo una casualidad, algo que encontró mientras trabaja en su fracasada cruzada y un cobarde en esencia, ya que, al final, estuvo a punto de salir corriendo y no hacer frente al objetivo que él mismo se había marcado. Hallie, por su parte, más que enamorarse de la persona de Ramson, se enamora de lo que su presencia implica. Ella está cansada de tiros y barbarie y el recién llegado trae el cambio bajo el brazo. Aunque como vemos al final de la película, ella quería que su pueblo cambiara y estar allí para disfrutar del cambio, cosa la cual solo logra tras la muerte de Tom, pues es cuando su esposo habla al fin de retirarse.


Por otro lado, también la película nos habla de política y de su percepción. La gente del pueblo recibe a Ramson con los brazos abiertos porque justo antes de llegar al pueblo, cuando todavía estaba en la diligencia, esta fue asaltada por Valance y sus secuaces y sí es cierto y justo decir que defendió a una señora de los malos modos del bandido. Por eso, cuando comienza a hablar de derecho, libertad y leyes los habitantes del pueblo se ilusionan y hasta acuden a sus clases para aprender a leer. Esa ilusión se contagia hasta llegar también a las prensas de Peabody, quien, aprovechando el clima de esperanza y cambio, empieza a endurecer sus artículos contra Liberty y los grandes propietarios, quienes no quieren que la civilización les alcance y no desean que sus tierras pasen a ser un nuevo estado dentro de la naciente Unión. Y de este contexto viene el carácter crepuscular de este film, pues con la creación de Estados y la expansión del derecho se pone fin a ese periodo de vaqueros, forajidos y salones y, además, desde el punto de vista cinematográfico, el género western comienza también a mostrar el periodo de decadencia de esta época.


Y ahora, volviendo a John Wayne (y vuelvo porque es el personaje que más me ha gustado y como este blog es mío hablo de lo que me gusta a mí) diré como curiosidad que parece ser que hubo que convencerlo para actuar en esta película y costó Dios y ayuda que aceptara pues es cierto que, en apariencia, este personaje no huele a protagónico pero sin Wayne, dicho personaje no hubiera tenido ni la mitad de credibilidad que él logra darle. Y para mí, teniendo en cuenta la trama, es indispensable tanto su presencia como los actos que lleva a cabo para lograr que su pueblo entre por fin en la civilización aún sabiendo que la misma también lo desplazará a él pues representa en sí mismo el rol de hombre rudo del Oeste. Hombre rudo, sí, pero con una sensibilidad e inteligencia poco comunes en los hombres de tal corte.


Destaco ahora un fragmento de una escena en la que, al llegar el Senador Stoddart con sus esposa al velatorio, estos descubren que le han robado las botas y el sombrero al cadáver, que nos recuerda que, a pesar de haber sido el verdadero héroe, nada se le reconoció en vida y pasó a ser el olvidado tanto de la historia en sí, como para muchos espectadores que, sin duda, pasaron por alto la importancia de su papel por centrarse en lo que aparentemente parece ser la trama principal.


Esta es la ironía y la magia de la historia. Los verdaderos héroes no es que no lleven capa, es que no quieren reconocimientos. Hacen lo que tienen que hacer. Y por todas estas cosas, me encantó esta película que tuve la suerte de disfrutar ayer.




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